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Martes, 30 de Junio de 2009 00:11 |
La noche pasaba sin preocupaciones. El campamento en la costa estaba tranquilo. Unos hombres dormían, otros hacían guardia y algunos preparaban los barcos para la próxima marcha.
Liam MacCowghceir, el ahora comandante de la Flota del Este de Hibernia, contemplaba orgulloso su flota: los pequeños y rápidos barcos de las Hébridas, los bajeles hibernios llenos de cazatrolls y los poderosos fyrdrakas del Norte.
Jamás se había sentido tan fuerte.
Uno de los incursores se acercó al comandante:
– ¿Comandante MacCowghceir?- Dijo el pirata.
– Informa.
– Hay movimiento en la corte de Dukevante MacBeni, señor– Empezó el explorador– Nuestro hombre nos indica que el caudillo de los pictos ha decidido enviar una delegación a Hibernia con la intención de negociar un pacto de paz con el rey.
– ¿Una delegación picta a Hibernia? – Preguntó el comandante. – Sí, señor.
– ¿Visteis a quien ha mandado?
– Vimos un estandarte salir de la fortaleza de Roxburgh. Un toro blanco sobre fondo negro. Un pequeño grupo formado por no más de dos o tres enviados… con una fuerte escolta. Hace dos días se dirigían a la costa.
Liam MacCowghceir abrió los ojos de par en par. La expresión de su rostro cambió radicalmente de la alegría a la preocupación.
– ¿Ocurre algo señor? Parece como si hubieras visto un demonio…
– Peor… – Liam intentaba recuperarse de su asombro.
– ¿Señor…? – El hombre no lograba entender lo que le pasaba por la mente a su comandante.
– ¡Escucha! – Ladró el comandante. – Da orden a la flota de que preparen los barcos, despertad a todo el mundo. Levamos anclas al amanecer.
– Como ordenes, comandante… ¿Destino? – Preguntó el marinero.
El comandante de la Flota Este se volvió a girar hacia el horizonte.
– Hibernia.
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