Encrucijada
Domingo, 01 de Agosto de 2010 22:28

- Pero no puedes... - alcanzó a decir Sir Edmund MacGalham antes de ser interrumpido.

- Puedo, y voy a hacerlo. - le interrumpió Fyllias.

Montó su caballo y se alejó del grupo. Levantó su espada y lanzó un grito, y de pronto una buena parte del ejército picto cogía sus arreos y marchaba tras él, mientras los líderes pictos contemplaban atónitos la escena.

- No puede ser, confié en él, fue nuestro enviado en Hibernia, pensaba que había cambiado. - el rhí Dukevante parecía no dar crédito a sus ojos. Frida Arndotter, la noruega que luchaba junto al rey de Alba, hizo un gesto de fastidio.

- No se le pueden enseñar trucos nuevos a un perro viejo, y Fyllias seguirá siendo el mismo hombre hasta que muera.

- Por nuestro bien, espero que sea pronto - murmuró una voz femenina, ninguno de los presentes tuvo problema en identificar quien había dicho eso, la jefa de los orcados se inclinaba en su caballo y miraba al horizonte como despreocupada.

Dukevante levantó la vista, y observó detenidamente a sus tropas, acampadas en una ladera, mermadas ante la marcha de Fyllias y sus seguidores.

- No podemos permitirnos muchas más pérdidas, Llya - Suspiró - Y entre los MacFinn se encuentran algunos de nuestros mejores hombres.

- Y a ver quien le aguanta luego, si le dejamos que tome Wightown en solitario - anadió Cwnstan, el druida que había tomado el papel de decir las cosas que nadie quería reconocer.

- El druida tiene razón, - tuvo que reconocer El Caballero - mal que nos pese a todos, no podemos permitírselo. Debemos ayudarle.

- ¿Y ceder a su chantaje?

La siguiente en hablar fue Llya MacLynnsuwl.

- La otra alternativa sería peor, me temo.

Se hizo el silencio, tan solo roto por el ruido que provenía del campamento tras ellos. Dukevante, pensativo, dio un paso al frente. Con una mano apoyada en el mentón y la otra en el pomo de su espada, escudriñó los rostros que tenía alrededor. Su rostro se detuvo en quien era su mano derecha, la noruega.

- Nos dividiremos aquí. Y tú, Frida, comandarás en mi nombre a los que vayan contigo. En tus manos dejo hacer entrar la razón en la cabeza de ese sanguinario. Que te acompañen algunos hombres de Taroni y Ailiden. El resto continuaremos hacia el sur.

Las pisadas de un caballo hicieron que todos se giraran hacia el recién llegado, Muirtaich Shanks, rey de Hibernia, que alcanzó a oír las últimas palabras de Dukevante.

- También irán varios de mis guerreros. Si hay botín, querrán merecerse buena parte en el reparto.- El rhí de Alba suspiró y después asintió. Shanks hizo que su caballo diera media vuelta y vociferó el nombre del Príncipe Duncan mientras se alejaba.

- Partid cuanto antes - Dijo Dukevante a Frida. - No arriesguéis hombres en vano, pero no rehuyáis el combate. Si hacéis frente al enemigo silur, que sea por una victoria. Si tomáis Wightown, el resto de Siluria se desmoronará.

 
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