La Profecía Camina

- ¡El Hijo Pródigo vuelve!- se saludan los viajeros del Pueblo Arriero en los caminos.

- El Hijo Pródigo vuelve- afirman con una sonrisa los otrora taciturnos chamanes del Pueblo Alado.

- ¿Vuelve el Hijo Pródigo?-  se preguntan los poderosos señores del Pueblo Dorado en sus altos castillos de barro.

- Mañana, dicen que mañana vuelve el Hijo Pródigo- murmuran las astutas matronas del Pueblo del Hielo entre susurros, ansiosas de tener la razón.

Los hijos del Pueblo Nocturno nada dicen, tal es su naturaleza, pero muchos han dejado de derramar las constantes lágrimas que a menudo surcan sus grises mejillas, mientras en su extraña lengua sin palabras cantan a todo el que sepa escucharles acerca de lo que incluso en el fondo de sus negros corazones hace florecer un brizna de esperanza. -El Hijo Pródigo vuelve-

Mañana. Mañana volverá el Hijo Pródigo.

Dicen que los mismísimos Héroes acudirán a rendirle honores cuando quiebre con sus sandalias el Muro de Oberón para volver a estas tierras. Dicen que el Hijo Pródigo esconde una tristeza más vieja que las colinas, tan vieja que no puede evitar reírse de ella y del mundo. Dicen que el Hijo Pródigo salva el Reino a diario, en silenciosa y constante batalla contra la maldad. Dicen que el Hijo Pródigo... Dicen... dicen... dicen…

Yo no escucho lo que dicen. Yo he tenido el privilegio de ver el mismísimo corazón del Hijo Pródigo. Yo sé lo que allí se oculta.

Recuerdo el rostro del Hijo Pródigo, el fuego y la sangre que le dieron forma reflejado en sus ojos dorados, tan parecidos a los míos. Ojos de guerrero, ojos de leyenda. Ojos que revelan a quién sepa lo que busca que él ya conoce su destino. Que en su corazón ha aceptado que somos retazos del mismo lienzo.

Y yo, que estoy destinada a ser la perdición del Hijo Pródigo, preparo mis afiladas uñas y mis fuertes colmillos de hierro, me regocijo en la perspectiva de la batalla. En el intuido sabor de la carne y la sangre, en el augurado dolor del frío hierro hendiendo mi costado y en la certeza de que, cuando ambos yazcamos muertos y abrazados en la Infinita Estepa, de nuestros inertes cuerpos nacerán las canciones qué los bardos cantarán durante un milenio.

Por eso, mientras preparo mis fuerzas, no puedo evitar recordar que el Cuento continúa, y que el Hijo Pródigo vuelve.

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©Reinos Celtas 2015