Los dos sidhe se acercaron a la arpía que hacía las veces de árbitro y tomaron sus armas. Las empuñaduras cubiertas de cuero apenas mitigaban el dolor de la proximidad del hierro frío.
A muerte.
- No habrá cuartel – dijo Earion.
- Ni se pedirá – replicó Daelor.
Los duelistas se encararon para saludarse, pero antes Daelor cruzó su mirada con Inariel, sus ojos se encontraron y Earion comprendió que se amaban.
El destino jugó sus cartas por última vez y Earion vio claramente cuál era el suyo.
A muerte.
No cruzaron palabra pues ambos sabían que las palabras sobraban. El duelo comenzó.
Earion miró una última vez a Inariel y no encontró su ojos, que estaban pendientes de Daelor. Descubrió cuánto la amaba y que estaba dispuesto a todo con tal de que ella fuese feliz.
Se dio cuenta de que sería muy difícil dejar que Daelor ganara sin que ella lo notase.
A muerte.