La Decimotercera Hora

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En un trono ahora oscuro, un rey en el culmen de su poder musita una canción en silencio, ajeno a los señores arrodillados a sus pies y a las poderosas máquinas de guerra que protegen su salón.

"Qué hermoso es el sonido del silencio...

cargado de memorias;
de tu risa, de tu voz,
del tacto de tus manos.
Ojalá todo hubiera sido distinto."

El rey sueña.

...

–Entrégame a mi hermano... Por increíbles peligros e innumerables fatigas, me he abierto camino hacia el castillo, más allá de la ciudad de los goblins, para recuperar al niño que me has robado. Porque mi voluntad es tan fuerte como la tuya, y mi reino igual de grande...

Sarah trataba de recordar el siguiente párrafo, mientras Jareth aguardaba la condena de sus labios.

El reloj marcaba la hora trece. Tras la última campanada, sólo uno de ellos saldría victorioso.

–Porque mi voluntad es tan fuerte como la tuya... –se repitió, confusa, buscando en los ojos del rey las palabras que pondrían fin a la aventura, sin encontrar más que hielo– y mi reino igual de grande... –lo había leído mil veces, cada mañana, cada tarde, cada noche desde que encontró el libro– y mi reino...

Sintió lágrimas abrasadoras cuando escuchó la última campanada, viendo al Rey de los Goblins sonreír triunfal.

–Increíbles peligros e innumerables fatigas. Todo por recuperar eso –dijo Jareth señalando con el mentón a Toby, que jugaba con una bola de cristal–. Has perdido, Sarah. 
–¡Has hecho trampa!– exclamó ella rompiendo a llorar.
–Asúmelo, los deseos no siempre se cumplen, y el mundo no es un lugar justo.
–¡Pero tú…!
–Sin reproches.– ordenó Jareth suavemente.
–No puedes hacerme esto… ¡No puedes hacerme esto! –gritó ella. 
–Entonces... solo ámame, témeme, haz lo que yo digo... y seré tu esclavo.
Ella asintió y cayó de rodillas. Solo los ojos de un bebé fueron testigos del momento en el que el rey de los goblins y la joven desaparecían envueltos en una nube de humo blanco.

...

Ojalá todo hubiera sido distinto.

 
©Reinos Celtas 2015