Colmada de mares verdes, de tierras fértiles, de valles sin fin, de montañas que se unen con el cielo. Bendito es su suelo, benditas sus cordilleras y bendito el viajero que temprano en la mañana, emprende su viaje con espada envainada, pues en sus manos maltratadas yace su destino.
Donde la noche se une a la luna y las estrellas sujetan toda esta belleza. Donde el viento separa al aire y un suspiro muere entre sus brazos. Donde las amapolas se sientan a respirar y el grajo las besa entre los campos. Donde el amor y la locura se dan en tiempo breve y tu inocencia y despreocupada conciencia se llenan de sueños. Cometa centelleante calienta a estas hojas de árboles que un día sostuvieron tu esencia.
Esta tierra es nuestra tierra, tuya y mía. Se desprende de tus raíces. Observa su hermosura, sola y desnuda, ante el despiadado amanecer.