Las Cortes: La Insondable Atlantis

“Lucen del Ocaso los pálidos cobres, y del mar que duerme, los blancos estaños, y van derramando perfumes salobres las olas que cantan con tonos extraños.”

Observa. Se dice que la Atlántida fue una porción de tierra emergida de las profundidades del mar, que cuando los dioses se repartieron el mundo, fue a formar parte de las riquezas de Lyr, el señor de los mares.

Se levantaron cientos de pueblos en las colinas, mientras la región de la capital se establecía en la llanura: un círculo plano, tan perfecto que parecía estar modelado en un torno. El palacio real se erguía sobre una isla interior, rodeada por una muralla construida con los tres tipos de piedra de la isla: blanca, roja y negra. Otros edificios de la ciudadela se habían alzado con piedras de color, creando un extraordinario efecto cromático. El palacio real, protegido por tres muros, estaba revestido de cobre y estaño y, finalmente, circunvalado por otro muro de oricalco que desprendía reflejos de fuego, visibles desde el mar. En el centro de la ciudadela podía contemplarse el templo consagrado al poder de los mares, protegido por un muro de oro. Nunca ha habido tierra tan rica y poderosa.

En la acrópolis se encontraban innumerables fuentes cuyas aguas procedían de manantiales tanto fríos como calientes, con propiedades medicinales y curativas, El enorme poder concedido a la isla Atlántida era inmensurable; y mientras la naturaleza divina se perpetuó entre ellos, los atlantes se mantuvieron fieles a sus leyes y no se dejaron corromper, como dicen algunas leyendas, por el lujo y el poder.

Sin embargo su poder fue su perdición, pues cuando se inició la primera guerra entre los hijos del verano y los dioses, la magia y la ciencia de los atlantes fueron las puntas de lanza que devastaron a los Invernales, y por ello, los dioses decidieron castigarlos, enviando así la ola que causaría la inmersión de la isla.

Eso no acabó con los atlantes. Miles murieron, pero los cientos que vivieron tras el hundimiento permanecieron en ella a pesar de todo, su avanzada magia les permitió continuar con su existencia aún bajo las aguas, donde el esplendor de su desarrollo llegó a su cima; algunos incluso mudaron su naturaleza, y se dieron a si mismos la forma de tritones y sirenas.

Y así nació el pueblo del mar, tan extraño que ningún habitante de la tierra comprenderá nunca sus misterios, y tan poderoso que incluso los dioses temen el poder de la hueste de la Marea y sus armas de oricalco y jade marino.


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