Y siguiendo su murmullo eterno y sombrío, junto al bosque gris, en el pantano donde viven el verde y el azul, encontrarás tenebrosas lagunas donde tienen los íncubos sus lechos milenarios. En los rincones más vulgares y los más mustios parajes el visitante halla, si descuida su mente, memorias del pasado amortajadas, formas que suspiran inquietantes y aterran a su paso al viajero. Quizá espectros de amigos que entregaron sus restos agónicos a la tierra... o sacrificio al cielo de negras alas.
Pero el caminante, al atravesar el Reino del Cuervo, no debe demorarse en escrutar la fría tierra en busca de secretos y misterios que resolver. Jamás los frágiles ojos del Verano podrán posar la vista en sus arcanos. Lo quiere así su rey, que ha alzado el tenue velo de la bruma, de modo que los ojos del forastero nada ven tras la cortina de gasa y niebla.
Salvo, quizá, los juicios de los cuervos.