Las Cortes: El Jardín de Primavera

Antes incluso de recordar que poseía un nombre, vagaba confundida por el mundo. Buscaba la luz y el florecer. Buscaba su propia esencia.

A veces creía encontrarla, pero era una claridad falaz, en unas ocasiones demasiado fuerte y solo lograba cegar sus ojos, otras demasiado suave y no alcanzaba a darle calor. Creyó. Muchas veces creyó que no la encontraría, que esa luz era solo producto de su imaginación, que no existía, que era una utopía más a punto de derrumbarse.

Su propia voz venía desde más allá de la luz del bosque. La imaginación de los poderosos le entregó su forma, larga cabellera, piel como el alba, ojos de leyenda y sonrisa triste...

La única ruta accesible a ella era, quizá, a través de la verde espesura salpicada de añoranzas y libélulas donde habitaban dioses infinitesimales. Soñar el florecer en un verano luminoso.

Otros aseguraban que sólo era posible si uno bajaba al infierno de todos los límites (el lugar de la plenitud del ser, decían) y allí inventaba palabras místicas, laberínticas. Palabras que asemillar en el humus, en los fiordos, en las tráqueas de los recién nacidos, en los teoremas de las certidumbres...

Y por fin, todo transcurrió durante un broncíneo amanecer, cuando las hojas marrones formaban un colchón donde ella desplazaba sus pies fríos y descalzos. En su voz sin sonido gritaba con todas sus fuerzas. ¿Por qué nadie podía escuchar su silenciosa llamada? La brisa entonces envolvió su cuerpo encorvado, sintió una cálida caricia, el perfume a flores se apoderó de su olfato, sus manos con las palmas hacia el suelo percibieron la vibración.

Abrió sus ojos y nada pudo ver. Al levantar la cabeza, para sí, volvió a sentir ese atrapante aroma que la hacía temblar, el roce del Verano.

Y recordó el nombre que el mundo le entregaba. Musa de William el Soñador. Reina de las hadas. Titania. Primavera.

Antes de la primera luz del alba despertaron los autillos con sus finos cantos. Y corrieron despacio las últimas estrellas en el cielo y, luego ya, el sol nació con su color rosado.

En estas tierras el viento trae el olor del florecer. Es este un reino de pixies y duendes, de trasgos inquietos y de eterno florecer. Es el lugar en el que nace cada día la esperanza de la mañana. Tierra de bosques en germinar y arroyos llenos de vida.

Ella llega a los campos, mustios y pardos, y los recorre al despuntar el día. La primavera sonríe, llena de luz, y da nueva vida a la tierra.

Las plantas, la hierba y los árboles, presurosos, se visten de hojas tiernas, y los pájaros que emigran huyendo del invierno, arriban siempre a este paraje.

¿Quién osaría desafiar a la Primavera?

 

primavera

 
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