Las Cortes: El Laberinto

Un lugar que su amo raramente abandona.

Una región en donde habitan algunas de las criaturas más extraordinarias que existen en nuestro mundo.

Un castillo en el centro de un laberinto que a él se abraza en apretado lazo. Dos partes del mismo ser, mitad arquitectura, mitad entidad viva, que cambia al capricho de su dueño de la misma manera que un cambiaformas altera sus rasgos.

Una megaestructura capaz de percibir, de sentir, de odiar y hasta de amar. Un reino vivo, con su propio carácter e incluso un nombre tan secreto que sólo su señor conoce sus sílabas. Poder absoluto sobre la criatura más grande de las tierra del verano.

Un inmenso castillo, situado en lo alto de una escabrosa montaña, circundado por una pequeña y colorida ciudad donde habitan las extrañas criaturas que viven y trabajan en el laberinto: los goblins de ojos amarillos, que usan las fuerzas del metal y la pólvora como otras razas usan la magia. Si miras al horizonte desde sus muros, encontrarás que la vista te engaña y creerás, quizá para siempre, que el Laberinto es eterno, inmutable.

El laberinto de Jareth es la obra magna de la Arcadia, evidencia de la capacidad de las razas pensantes de poder expresar, mediante las artes, las pasiones que forman el alma de la Tierra del Verano.

En el Laberinto, dicen, han de adentrarse alguna vez en su vida todos aquellos aspirantes a la magia que deseen poder seguir progresando en sus artes. Allí vivirán y sufrirán una serie de pruebas que, como mínimo, cambiarán sus vidas por completo.

Las tierras de Jareth están llenas de pliegues extraños del espacio y de insólitos comportamientos del curso del tiempo pues, en ellos, tiempo y espacio se ponen a su servicio. Jareth controla dentro de su reino ambas cosas, doblegando bajo sus propias leyes los granos de arena del reloj, como obedece un perro amaestrado a su amo al arrojarle un hueso. Dicen que sus dominios están presentes de forma inalterable en todas las realidades , ajenos al curso del transcurrir del tiempo común y corriente; subordinado aquí a la única voluntad de los deseos de su rey.

 

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