Llegada al pilar de la torre se apoyó en la piedra e inició poco a poco la escalada hacia la ventana. Tenía que tener cuidado. La altura era considerable y una caída podía ser mortal. Convocar la magia para alzarse solo conseguiría delatarla.
Todo estaba saliendo según el plan. Se acercaba a la ventana. Estaba abierta. Con cuidado, al llegar, echó un vistazo al interior y comprobó que la reina dormía. Alzó la lámpara de cuarzo y polvo de muertos, y la tenue luz inundó la habitación, desterrando las sombras a los rincones.
Se introdujo en la estancia. Se movió hacia la dama dormida.
Su cuerpo goteaba agua del foso e iba dejando marca de los pasos de sus pies. Cuando estuvo delante de ella, se sentó en la cama, levantó el cuchillo de jade negro y lo acercó a su cuello.
Entonces ella abrió los ojos. Ojos de un verde profundo como las colinas.
Miedo, dulce miedo, pero ni la sombra de un grito.
- Así que eres tú mi destino. - dijo Ellyn, casi con resignación.
- ¿Destino? No. Soy la Oscuridad. Soy la Muerte. Venganza y furia. Bronce y carne. Diamante y hueso.- la joven hizo una pausa, de sus labios surgió un susurro.
- Jade y sangre.
Hubo un movimiento brusco, rápido, preciso.
Las sombras se tiñeron de cálido rojo.