Antiguos Luceros

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Navegaba en aquella oscura noche, hundido en tinieblas como un dodo en alquitrán, sin estrella alguna que me sirviera de guía. Lo reconozco, me había perdido en aquel negro mar de duda y desdicha. En aquel momento tan sólo la esperanza de alcanzar a ver de nuevo la luz era lo único que me mantenía en pie. Sin embargo, en cuanto avanzaba en la profunda inmensidad que me rodeaba, cualquier atisbo de esperanza se derramaba cómo fría arena entre mis dedos.

A cada hora, cada minuto, cada segundo, mi universo se volvía más pequeño, más estrecho, más… limitado. Perdía la vida, pues el resplandor de antiguos luceros yacía ahora apagado. Entonces, cubierto por una densa niebla, supe que jamás se me permitiría encontrar el alba.

Me sentía terriblemente solo, y aquella soledad que me turbaba por momentos era lo único que me hacía encarar la situación. Durante horas estuve sujetando el timón con la única fuerza que me quedaba, la que otorga el huir del miedo.

Notaba una presencia que me acompañaba, que se iba apoderando de todo lo que me rodeaba, poco a poco.

De repente, ocurrió algo que no esperaba. La inquieta presencia se tornó gigante y visible en el instante en que la bruma que me rodeaba me cubrió los ojos y en el que, a su vez, estalló la estruendosa tempestad.

La zona estaba maldita, por supuesto. Aquellas aguas se habían llevado por delante cientos de barcos durante años. Era encomendarse al Diablo y tentar a la suerte. Siempre se me ha dado bien hacer eso.

Mis hombres miraban al frente aterrados, esperando que la muerte viniera a por nosotros. Y no estaban muy equivocados.

Fue entonces cuando tomé la decisión que al final nos salvó la vida. Decidí ir en contra de viento a pesar de que las fuertes ráfagas amenazaban con romper el mástil.

Barbanegra y los demás se habían hundido y nosotros estábamos a merced del mar pero, esta vez, el Diablo fue más generoso que Lyr.  Sobrevivimos.

“Os preguntaréis porqué hemos venido.

El mundo ha cambiado. Los gobernantes son corruptos y déspotas. La gente es cobarde. No queda quien luche contra esto. Pero nosotros no lo vamos a permitir. No. Sería de una terrible mala educación.

No respondo ante nadie. Sigo mi instinto, sigo mi corazón. Soy un rebelde en un mundo de cobardes. Y vosotros también vais a serlo. Tenéis lo que hace falta. Lo veo en vuestros ojos. Es ese brillo, esa mirada. Sois de los míos. No os dejáis achicar, no os dejáis mangonear, tenéis locura y pasión. Uníos a mí.  Cruzaremos este mundo y declararemos la guerra a esta injusticia. Somos prófugos de nuestra realidad. ¿Qué nos queda por perder?

Hoy comienza el tiempo del cambio.

Esto no ha hecho más que empezar…”

 
©Reinos Celtas 2015