Pesadilla

Los colores estallaban en el cielo ese atardecer. La mayoría de las veces no eran más que nubes, coloridas como un arcoíris, pero nubes al fin y al cabo. Ese día los colores bañaban el aire.

“A veces los mirábamos y no temíamos el fin” recordó, no sin cierta nostalgia. Desde que empezara la guerra, la incertidumbre de la muerte hacía que el mundo fuera más vivo, incluso el agua más dulce.

No supo cuándo llegó el sueño, pero llegó.

Fueron horas de sueños intranquilos, cargados con el aroma del pasado. Soñó con una niña con cabello dorado, como los rayos del sol, que se convertiría en sacerdotisa, y una niña con cabello gris profundo, como la luna y las estrellas, que se convertiría en hechicera. Y una sombra resplandeciente. Dos pequeñas que jugaban a traer gloria a su mundo, mientras la paz era una realidad. Y alguien más, que parecía jugar a ser el fuego y la luz. Vio un ejército de sombras que avanzaba, dioses de más allá del Velo que marchaban hacia la Tierra de Verano. El tronar de un cuerno capaz de sacudir realidades. La batalla entre seres tan poderosos que su golpes derribaban las mismas columnas del tiempo. Monstruos del infinito que devorarían el mundo. Criaturas enloquecidas y desprovistas de mente, sirvientes de los dioses que esperaban al borde de la cordura, aguardando el instante en que que las fronteras cayeran y sus amos se enseñorearan de la Arcadia. Supo que detenerlos era algo importante, que esa era la razón por la que los Poderes no habían sido vistos desde el principio de la guerra.

Despertó con sus pensamientos empapados de luz y calor, como si sus recuerdos fueran llamas dentro de su cabeza. Despertó con los ojos doloridos y débiles, como si hubiera mirado directamente al Sol.

 

pesadilla

 
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