Historia de Britannia

Para contar la historia de nuestro mundo deberíamos remontarnos a la retirada de los romanos de la isla de Britannia. Fue entonces cuando surgieron gran cantidad de reinos independientes, gobernados por autoridades locales a menudo enfrentadas con sus vecinos. Fue una época oscura de la que poco se conserva, aunque sin duda son el origen de lo que ahora conocemos como Britannia. Muchas guerras se libraron durante años entre los distintos reinos y tribus que habitaban la isla. Nuevos reinos desaparecían en cuestión de años, y los más débiles eran absorbidos por los más poderosos. En esta época de guerras, en la que la amenaza sajona de ultramar se hacía mas presente en las costas surgió la leyenda del Rey Arturo, de la que tantas historias se han contado. Mucho tiempo había estado la isla envuelta en guerras internas, mas Arturo consiguió unificar Britannia con el apoyo de sus famosos caballeros de la Mesa Redonda, y el fiel consejo del druida Merlín. La magia era poderosa en esta época, y felices fueron aquellos tiempos. Pero como todos conocemos, esta historia (de la que no habréis de dudar que fue una realidad) acabó en tragedia tras la muerte de Arturo de manos del infame Mordred. Y aquello fue sin duda el final de una historia que será recordada durante siglos, pero no más que el principio de nuestra historia.

Tras la muerte de Arturo, de nuevo fue clavada Excalibur en la misma roca donde tiempo atrás lo hiciera su padre, Uther Pendragon. Fue custodiada en la mítica isla de Avalon, donde Merlín reunió a todos los caballeros en torno a sí, con el objetivo de que eligieran un nuevo Emperador de Britannia, un nuevo portador de Excalibur. Fue entonces cuando la locura se apoderó de Sir Lamorak, quien atacó a Merlín acusándole de brujo y causante de la muerte del Rey. Los caballeros se enfrentaron entre sí, y Merlín desapareció en una nube de humo al ser atravesado por el mandoble de Lamorak. La voz del druida resonó como el trueno, maldiciendo la isla de Avalon y proclamando que sólo la unión de los caballeros en un Día del Cuervo y la proclamación de un nuevo rey disolvería los males de Britannia. La mítica isla fue devastada, y con ella la antigua fortaleza de Camelot.

Los años se sucedieron y, como ciegos furiosos golpeando el aire, los reinos britanos se enzarzaron en una guerra, hermanos contra hermanos, mientras los sajones golpeaban como un martillo la costa este de la isla. Los Caballeros de Cristo desembarcaron en Britannia para apoyar a sus hermanos en la fe, y las batallas se sucedieron, hasta que ambos bandos estuvieron agotados. Y se estableció una tregua tanto entre los britanos como entre estos y los sajones.

Fue una guerra, hubo pactos y traiciones, hubo héroes y cobardes, pero al fin, de entre las llamas y las espadas, surgió la esperanza.

Los reyes (o en la mayoría de los casos, sus herederos) se unieron en Avalon, en el Día del Cuervo, desafiando la maldición de Merlín. Las discusiones fueron interminables, los ataques de los demonios convocados por la maldición, abrumadores, las pérdidas, irreparables, pero al fin los reyes de Britannia, como un solo hombre, proclamaron Alto Rey a Gaheris Lionsoul, antiguo caballero de la Tabla Redonda, que había sido rejuvenecido por los druidas. Sin embargo, poco después de sacar a Excalibur de la roca, Gaheris fue asesinado debido al ataque de un gran demonio invocado por Tiberius, para ser resucitado al poco tiempo por la abadesa de Chatterley,  al volver al mundo de los vivos, Gaheris proclamó que había visto al Dios Carpintero, y anunció que, en lo que a él respectaba, la única religión verdadera era la cristiana. Esto provocó el absoluto rechazo de los druidas de toda Britannia, y así fue como los peores augurios se conjugaron para el comienzo del reinado del nuevo bretwalda. Ningún sajón sobrevivió a la avalancha de engendros convocados por la maldición de Merlín y el ataque de Tiberius Cane. Y como ellos muchos otros, gente que dio la vida allá en Avalon, por sus reyes, por sus creencias, por aquellos que amaban. A pesar de que los reinos volvían a estar unidos, era tan sólo en apariencia.

Los druidas se veían ultrajados por la conversión de Gaheris, máxime cuando ellos le habían dado la juventud. Los reyes de los reinos celtas unidos en la alianza conocida como Rewyd rechazaron a Leonis, el reino de Gaheris. Sin embargo, la conversión fue recibida con alabanza y regocijo en el sur, en Dumnonia, donde los cristianos veían este golpe de suerte como un signo de cambio.

Por poco tiempo duraría la paz. Como una marea incontenible, desde una Pictland a la que nadie prestaba atención desde hacía años, las tropas de bestias de un hechicero llamado Tiberius Cane, que había sido obispo en Dumnonia, cayeron sobre los reinos britanos. Un ataque implacable. Millares de engendros, pictos y criaturas horrendas surgieron de más allá de la muralla de Antonio Pío. Muchos silurios cayeron defendiendo su tierra, pero otros muchos lograron cobijarse tras las murallas de Leonis. Con una rabia inmensa, impotentes, destrozados, vieron su tierra en llamas, arrasada y muchos de sus familiares muertos. En Leonis se planta la defensa, en la que sólo están  unos pocos soldados de Powys, los supervivientes silurios y los ejércitos leoninos.

El ataque de los engendros es devastador, y ponen asedio a las murallas de Adriano. La esperanza es negra, y las bestias cavan trincheras... en una embestida brutal, logran romperla y su ataque es fulminante.

Pero entonces se revela el secreto. Boroban de Gwynedd y los cristianos acuden a salvar a sus aliados. Había sido una estratagema de los reyes, haciendo creer a Tiberius que estaban desunidos. Y Tiberius mordió el anzuelo. Su ejército, que se vertía en los huecos de la muralla, era eliminado por las tropas de una Britannia unida bajo el clamor de los karnyx. Los Caballeros de Cristo habían desembarcado más allá y junto con muchos guerreros de Gwynedd lograron destrozar la retaguardia de los ejércitos enemigos.

Britannia volvía a estar unida.

Los ejércitos aliados fueron recuperando terreno, Siluria, aunque quemada y marchita, volvía a ser libre. Sus ciudadanos tenían una gran labor por delante. Y así los ejércitos llegaron a Pictland. Destrozando los campamentos pictos y de engendros que encontraban a su paso. Estaba siendo demasiado fácil... La batalla final estaba cerca. Llegaron a su objetivo. Vacomagi. La fortaleza de Tiberius.

Comenzaron el sitio a la fortaleza de Tiberius. Pero era inexpugnable, magia y roca formaban una barrera infranqueable. Cada día eran menos los recursos de los que se podían abastecer los ejércitos. Cada vez más muertes... y no se avanzaba. Fue entonces, cuando la esperanza comenzaba a ser más oscura, Sarkanor, el lugarteniente de Tiberius, entró en escena. Mediante artes arcanas logró salir del castillo, y convocó a Edward, Boroban y Gaheris. Sarkanor ofreció traicionar a su maestro Tiberius, abriendo las puertas de la ciudadela. A cambio, pedía un año de amnistía, quedar bajo la protección de los tres reyes. Sarkanor cumplió su promesa, y abrió las puertas de la ciudadela permitiendo pasar a los ejércitos, que arrasaron al enemigo desde dentro. Pero una torre permanecía intacta. Poderosos conjuros la protegían. Y una oleada interminable de fomori comenzaba a atacar desde fuera de las murallas.

Los asediadores ahora eran asediados. Con tan sólo jirones del ejercito inicial que dio caza a los engendros, cada vez más reducidos y hambrientos, con disidencias internas, pero unidos frente a Sarkanor y Tiberius. Los ataques fomori eran incesantes. Desde varios flancos. Las bajas, cada vez más numerosas.

La tensión era enorme. Una enorme brecha entre mundos debía de ser sellada, pero para ello necesitaban de la unión de las dos religiones. Y por un bien común se unieron y no se odiaron. Y santificaron el Cáliz. Y curaron el Árbol Sagrado que albergaba la daga endemoniada. El clan McArcher se reveló en Siluria como seguidores de los cristianos. Siluria, un pueblo de tradiciones celtas que hasta ahora había perseguido y matado a cuanto cristiano se acercaba, miraba atónito tal aparición, eran varios que seguían al Dios de la cruz en Siluria.

Andross, el fiel consejero y hechicero de Aldwyn, rey de Powys, reveló entonces su traición, asesinando a su rey. Más caos cayó sobre la fortaleza, se derramó sangre inocente... se abrieron viejas heridas.

Sir Malric de Powys se reveló en contra de Hannah, la viuda de Aldwyn. Ella quería romper con las ideas de su marido, que velaba por una tierra de unión entre reinos. Así que Hannah le declaró la guerra, y le atacó junto con tropas de Gwynedd. Pero Edward, salió en su ayuda desde Siluria y juntos derrotaron al ejército atacante.

La llamada del Bretwalda fue convocada por Gaheris para ratificar su posición como Rey de toda Britannia. Tras los hechos acaecidos en el Día del Cuervo, los integrantes de la antigua Rewyd, liderados por Boroban, dieron la espalda al Bretwalda electo, debido principalmente a su conversión al cristianismo.

Nuevas inquietantes llegaban. Tras la derrota de Tiberius, nuevas amenazas habían aparecido en Britannia. Los barcos de las cruzadas dirigidas por el rey de los francos, estaban ya zarpando. El Papa no toleraba la manera de hacer de los sacerdotes de la isla, viéndolos como paganos y herejes, y había decidido cortar por lo sano, enviando una cruzada contra Britannia.

Pero también habían llegado nuevas de los sajones. Los Vingaard estaban en la costa. Habían desembarcado en diversos frentes y arrasado algunas villas. Utilizaban los ríos para llegar a cualquier punto de Britannia, y eran una seria amenaza.

La tensión interna de Powys se resolvió con la rendición de Sir Malric de sus tierras y propiedades. Estaba harto de ver su tierra desangrarse en una guerra que parecía no tener fin, y entregó su cabeza a cambio de la paz, manteniéndose Sir Jasperre al margen. Los partidarios de Hannah salieron ganando. Gaheris anunció que se desposaría con la reina de Dumnonia. Este anuncio no agradó a muchos, dado que Gaheris se casaba con una extranjera, hija del rey que dirigía la cruzada que se cernía sobre Britannia y cristiana, lo que dejaba al culto de los druidas fuera de las esferas de poder.

Las votaciones no fueron como nadie esperaba. Estuvieron reñidas hasta límites insospechados. Al final, con el último voto, el resultado fue de empate. Gaheris y Boroban decidieron entonces solucionar de una vez por todas los enfrentamientos entre ellos, enfrentándose en un duelo a muerte. La tensión fue tremenda y el combate encarnizado e igualado, saliendo victorioso Gaheris.

Murió Boroban ap Bors, caía un gran rey de Gwynedd. Su hijo Belthan estaba destinado a sucederle.

Durante aquellos días fue formada una nueva Tabla Redonda en torno al bretwalda Gaheris, con representantes de todos los reinos britanos.

La ceremonia de enlace de Gaheris y Ariadne Ivette resultó un fracaso, pues coincidió con la llegada de las tropas papales y los cruzados francos. Lord Arthas de Bouluard, caballero de la Tabla Redonda, en una hábil jugada para hacerse con el control de la isla, había conseguido convertirse en una pieza clave para la invasión. Engañando a todos, consiguió interrumpir todas las acciones que podrían haber desembocado en una acción conjunta contra el ejército franco. Arthas había demostrado ser un maestro de la intriga. Para colmo de males, los britanos, de nuevo ciegos e incapaces de unirse ante un enemigo común, reanudaron los enfrentamientos entre cristianos y seguidores de los antiguos dioses, enfrentándose en una guerra fraticida deshaciendo toda posibilidad de defensa ante la inminente invasión.

Los integrantes de la abadía de Chatterley, acusados de herejía, fueron exterminados por los ejércitos de la Santa Cruzada mientras  los francos se apoderaban de todo el territorio del que eran capaces. Los mayores guerreros y comandantes de todos los reinos cayeron durante las disputas internas o ante la irrefrenable embestida franca. Gaheris murió sin heredero legítimo. Britannia se desmoronaba.

Pero en el norte, olvidado por todos, el reino de Alba medra, y ha llegado su momento.

 
©Reinos Celtas 2014